Un rumor recorre los canales de Venecia. Hay quien dice, él ha vuelto; otros incluso aseguran haberle visto. Toda mujer veneciana acaricia la posibilidad de recibir su llamada. Las muy jóvenes, niñas entonces, no recuerdan sus andanzas. Aunque las rememoren cada vez que vuelven a escuchar su historia de boca de sus mayores. Son éstos los que ahora envidian a sus hijas, su juventud.
He oído decir que encontró el elixir de la eterna juventud, que su rostro y su apuesta galantería sobrevivieron el paso de los años. Si queremos verlo será mejor esperar a que anochezca.
Al abrigo de la noche podremos verlo de nuevo en acción. Observaremos maravillados cómo con desconocida destreza salta de balcón en balcón. Toda mujer esperará su visita esta noche. Giacomo nos mostrará su habilidad preparando espaguetis y trepando por ellos. Sólo él es capaz de conjugar la cadencia suave del placer con el angustioso apresuramiento de una persecución. Miradlo, ved con cuánta facilidad escapa de sus enemigos, cómo consigue esquivar los lances guerreros de piratas turcos, arlequinados payasos y violentos pordioseros. Nadie como él rechaza con severa donosura las insistentes invitaciones de otoñales damas. Hombre de ninguna mujer, de todas ellas gustará conservar un recuerdo; tal vez una prenda. Recuerdos con los que, a su pesar, habrá de pagar su embarque al atravesar los canales. Sí… Si él ha vuelto, estoy seguro de que esta noche será mágica. Tal vez mañana una turba enfurecida de maridos ultrajados dirigiéndose al Palacio Ducal para reclamar justicia nos despierte con la noticia de que él está entre nosotros. Si él ha vuelto, nada volverá a ser como antes. Pero ¿acaso son sólo rumores…?